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miércoles, 14 de octubre de 2009

NO AMAR




NO AMAR


Te di todo de mi cuerpo, mi mirada, la intención de mis manos, el imán de mi pecho y los temblores de mi piel. Mas no intentes robar aquello que sólo es mío, mis secretos más esquivos, mis sofocos y mi hiel.

Probarás de mi el dulzor y el amargo de mi boca, sin embargo el susurro de mi amor lo llevaré conmigo, a mi secreto sepulcro. Quizás para nadie, ni para él, ni para ti.

Sin importar lo que vivas fuera de mi mundo, en mi sol está la luz, el principio y el fin. Tu familia, tus amigos, tus sonrisas, tus palabras, tus huellas, tus respiros, no los quiero para mi. Son tuyos ¡déjatelos!, lánzalos al viento, derrámalos sobre la hierba, que la tierra los absorva y broten una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.

Cuando cierro los ojos y presiento tu distancia yo me entrego, me abandono y me dejo llevar volar por tu cielo, aunque sé que tu cuerpo irrumpe dentro del mío y tu mente vaga inerte por caminos de placer, mi alma llora destruida, de manos atada, sedienta de amor, ciega y perturbada, sentada al lado de mi piel, y observa horrorizada la escena descarnada de amar sin ser. Amar sin amor, amar por amar, amar amar amor… amar sin amor, no amar…

Pero gracias por la minúscula caricia, la que espero suplicante, pues me trae noticias buenas, de complicidad. Minúscula como yo, minúscula como mi inocencia, pero fuerte y desangrada, imposible de olvidar. Se repite, se repite, en mi mente y en mi piel, y mis poros se congelan al saberse para ti. Amar sin amor, no amar.

Soy ladrona de tu cuerpo, de tus noches escogidas, robo algo de ella, siento que traiciono, que adultero en tu cuerpo, que adultero en tus ojos, que tu roce es para ella, que mi roce es para él. Y ¿qué más da si no le importo? ¿por qué tanto me preocupa? Caigo absorta dentro de tu círculo y me dejo llevar, me dejo robar, me dejo adulterar, me dejo traicionar. Doy crédito a mis perversiones junto a ti, y olvido una vez más…
Amar sin amor, amar por amar, amar amar amor… amar sin amor, no amar…

Pablo Urzúa, Febrero, 2008

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