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domingo, 20 de marzo de 2016

El Desahogo (2015)


                                                                                                                

          Sus esperanzados pasos matutinos caminaban al paso de Staying Alive, moviendo el alegre potete directo al paradero felíz, donde un ramillete de infelices con el garabato, el llanto y el alarido reprimido esperaban con una resignación ancestral.
Revisó la hora, la agenda del día, las noticias, las llamadas y la hora otra vez.

          Se divisan las micros a lo lejos de venida y de ida. Una, otra y otra más.
Venía la 201, se acercaba la 201, hicieron parar la 201 y no paró la 201. Viene otra, se acerca esa otra, no para esa otra. Jamás se detuvo… Y todos, en una grandiosa coreografía urbana, ascendieron sus dedos medios apuntando hacia el cénit. Instantáneamente, se rompe el silencio con encantadora exclamación:

-          ¡PARA, PARAAA, CON-CHA- DE-TU-MA-DRE!!!

           Un considerable rato después, tiempo que sirvió para tomar aire, masticar un chicle y desearle mal a todos los automovilistas, una micrito dignamente se detiene. Le dan ganas de arrodillarse y hacer una alabanza al cosmos por tal sensacional milagrete.

        Así, benditamente apachurrados cual atún en lomito, disfrutan todos de un viaje seguro y turístico. En el recorrido se van integrando nuevos ciudadanos llenos de jolgorio, algunos incluso logran  insertar carritos, guaguas y maletas, y de vez en cuando alguien se sube a interpretar bellas canciones o a ofrecer suculentas colaciones. Todos dichosos de vivir tan exquisita y moderna experiencia.
        A medida que las ruedas ruedan y los minutos se alargan,  comienza a concentrarse un aroma con características inigualables. Como le brota la imaginación en medio del Nirvana terrestre , piensa… “¡Qué rico! ¡Olor a  PA PE PI PO PU!”, con lo que termina de bañar la escena de espiritualidad, y reza en silencio, suplicandole a Dios que se acuerde de ellos, que van dentro de una cazuela casi porno… Y por supuesto que el Señor ¡se acuerda! Y comienza un halo de “oxígeno” a fluir por los estrechos espacios,  hasta que por fin, logra descender de la mágica carroza. Es como un segundo  despertar  y es tanto su contento que la angustia se duerme. De nuevo, al ritmo de la esperanza se permite pensar:

“Te amo, Santiago. Amo tus secretos, tus calles viejas y siempre heridas, tus murallas de adobe, muriendo lentamente, en silencio y con modestia. Amo tu  Mapocho, así  tal cual, lleno de caca,  y no es por ti, soy yo. No soy lo suficientemente bueno para ti, mi coraza no es tan dura como para verte morir, así que… me regreso a Linares . Me voy a la concha de mi madre”.


Marcela Arenas Vallejo


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