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jueves, 15 de octubre de 2009

Dejar que vuele...


Si hay algo asumido es que los hombres cuando quieren, van solos, como el gato.
Pueden jugar hasta morir. Tienen esa maravillosa capacidad de ser niños por siempre, pero no oses querer capturarlo, hacer del juego un compromiso, porque saldrá huyendo, puede que repentina o paulatinamente… pero no soportará la idea de la cadena.
Eso lo aprendí con mi ex-marido, quien se encargaba siempre de recordarme “estoy solo… no tengo a nadie”, y ciertamente, me lo decía en serio. No sabía él cuánto me dolía que dijera eso…Claro que mientras tanto, la idea de tener una compañera que lo cuidara y lo entretuviera no le molestaba para nada. Aprovechó y disfrutó muy bien de una mujer todo servicio, al igual que lo hizo Míster “B”. Mi “súper gran amor”.

Las mujeres (en general) esperamos cosas diferentes. La contención, el abrigo, la confianza perpetua, ser única en el mundo para alguien. Lo ofrecemos todo porque pensamos ilusamente que vamos al lado, pero ellos van solos.

Hay que tomar las cosas como son… reír cuando hay que reír y llorar cuando se deba llorar. Pero no vale la pena sufrir por años, porque te llenas de arrugas, se te seca la piel y te salen ojeras que después sólo te puede sacar el doctor Vidal. Hay que dejar que la piel siga hermosa por mucho tiempo, que se llene de luz y de agua. Debemos aprender a querer sin tapujos, sin límites y sin esperar ni compensaciones ni agradecimientos ni fidelidades perpetuas. El dolor se oculta, se duerme, se ignora. Y todos tenemos derecho a buscar y encontrar la felicidad, y ellos también, aunque su manera nos cause dolor…porque su manera lleva la indicación tácita de una fecha de término de contrato.

Hasta hace algún tiempo pensaba que no iba a ser capaz de dar mis afectos como antes. A pesar de mis palabras y lo que la vida me ha confirmado, he llegado a la conclusión que por ahora continuaré cometiendo el mismo error. Porque es mi cubierta más característica el entregarme por completo, sin medir daños posteriores. Sólo provocar mi huella a través del cariño sin medida. No mediré las consecuencias.

Abril, 2008

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